Por Pegaso
Va Sir Charles Slim por el camino real, enmedio del bosque. De pronto, aparecen de la nada Pejin Hood y su gavilla de Servidores del Reino, que, amenazantes, los hacen bajar de la lujosa y brillante carroza.
Slim y sus regordetes lacayos son colocados en filita, junto a un frondoso encino, mientras que Pejin Hood y sus acompañantes proceden a revisar el interior del ostentoso vehículos.
-¡Joy Pejin Hood, quito a loj ricoj para dar a loj pobrej!-dice el redentor de los oprimidos.
-Se-se-señor,-contesta nervioso el mofletudo y rollizo lord-, yo sólo soy un co-co-comerciante y lle-lle-llevo aquí todo mi pa-pa-patrimonio.
-Todoj juj bienej quedan confijcadoj,-dice el justiciero, y procede a retirarse con aquellas riquezas.
-¡Dios mío!-grita entonces Sir Charles Slim: «¡Ahora soy pobre!»
Al escuchar esto, Pejin Hood se regresa y dice: «¡Yo joy Pejin Hood! Quito a loj ricoj para dar a loj pobrej. Tome, buen hombre». Y le regresa todas sus riquezas, a lo cual, lleno de júbilo, lanza un grito de alegría: «¡Ahora soy rico nuevamente!»
-¡Ahhh!-vuelve a decir el paladín. ¿Ej ujted rico? ¡Puej yo joy Pejin Hood! Quito a loj ricoj para dar a loj pobrej. ¡Véngaje pa’cá!
Y le vuelve a quitar todas todo, dejando a Slim y a sus lacayos sólo en calzones.
(Nota de la Redacción: La escena se repide una y otra vez, hasta que, cansado de la situación, Pejin Hood se pone unas orejeras para ya no escuchar al atribulado ricachón y luego se marcha con aquel tesoro para seguir haciendo justicia).
Más adelante, ya sin orejeras, observa a un individuo sentado a un lado del camino, llorando, con miserables vestimentas y las manos encallecidas por el trabajo.
-¿Qué ej lo que le paja, bueno hombre?-Pregunta Pejin Hood, y el resto de los Servidiores del Reino también se acercan.
-Soy muy pobre. Trabajo la tierra todo el día a cambio de un miserable salario que no alcanza ni para comprar un kilo de tortillas, un puñado de frijoles y una caguama.
-¡Puej yo joy Pejin Hood! Quito a loj ricoj para dar a loj pobrej. Tome todo ejto, buen hombre.
Loco de alegría, el labriego empieza a bailar y a gritar: «¡Ujajayyyy, soy rico, soy rico!»
-¡Yo joy Pejin Hood! Quito a loj ricoj para dar a loj pobrej.
Y con la ayuda de los Servidores del Reino, le vuelve a quitar el tesoro, colocándose nuevamente las orejeras.
«¡Y pequeña gama cromática, tal narración ha concluido!» (Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado).